martes, 15 de enero de 2019

Suflet

" Yo creo que parte del problema es que junto a la liberación de la mujer, que implica sencillamente la libertad de elegir y su equiparación al hombre en la esfera pública (mismos derechos civiles), ha crecido una denostación general hacia su rol tradicional. Decimos hoy día que una "mujer liberada" es aquella que trabaja y gana dinero como un hombre de antaño, pero esto no es cierto. Una mujer liberada es la que ha elegido libremente.

Y lo que pasa también es que las tareas del hogar siguen siendo necesarias y alguien tiene que hacerlas. Bien de forma compartida o bien delegándolas en terceros a sueldo. El resultado puede ser satisfactorio o no, depende de nuestras expectativas al respecto. Pero dada su mala fama, a menudo se convierten en un foco de frustración e insatisfacción que no siempre existía antes.

Existe cierta tendencia a mirar a nuestras antepasadas, aquellas mujeres no liberadas (porque no eran libres) como esclavas que invariablemente optaban por agachar la cabeza y conformarse o por rebelarse y sufrir las consecuencias. Pero ¿qué hay de aquellas que encontraban su realización a través del hogar? La gestión de una casa, la crianza de unos hijos... no son tareas fáciles ni simples, y podían alcanzar un grado de sofisticación tremendo acorde con el nivel económico y social de la persona. Una mujer adinerada no dejaba de ser "ama de casa", pero lo era al frente de un equipo de criadas, niñeras y cocineras. Y con menos medios, había quien hacía virguerías con los recursos que tuviese. No es un trabajo sencillo, y existe margen para que alguien ambicioso se realice de muchas maneras. Siempre, claro está, que lo pueda elegir.

Claro que por supuesto, está el problema de la visibilidad... llevar una casa, incluso de forma extraordinaria, no es comparable con inventar la bombilla o ganar el Nobel. No queda en los libros de Historia. Sin embargo y siendo realistas ¿cuantos hombres (varones) hacen eso mismo? La mayoría serían anónimos currantes con mayor o menor éxito (y más o menos explotados por su superior) y cuyo nivel económico y social iba parejo al de su mujer, siempre por supuesto con la "superioridad civil" que se le otorgaba por ser hombre, que no es poco.

Con suerte viviremos una reivindicación de estas tareas, no simplemente como algo necesario sino como algo enriquecedor. Seguramente sea cuando la libertad de elección sea un hecho consolidado y cuando nos acabemos de dar cuenta de que el trabajo por cuenta ajena no es sinónimo de felicidad y maravilla."

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