Pero la salud de todos no puede matar a ninguno, no?
Seguís sin responder por ese que muere cada dos millones?
Y si resulta que el precio para estar vivo es no jugar con nadie,
pues a lo mejor eliges vivir tristemente pero mejor estar vivo,
lamentable de todas maneras,
y
sí, también me entra la tentación de que algunas cosas
sean
obligatorias
y
así tener que pensar menos todavía por nosotras mismas.
jueves, 4 de junio de 2015
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